Elisa Ansoleaga: “Cada vez menos personas y organizaciones desconfían del vínculo entre salud mental y trabajo”

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La académica de nuestra Facultad concedió una entrevista para el Boletín de la Dirección General de Investigación y Doctorados "SABER UDP".

08 / 09 / 2020

Elisa Ansoleaga, Psicóloga y Doctora en  Salud Pública, Directora de Investigación de la Facultad de Psicología, lleva años investigando en salud mental laboral  desde el Programa de Estudios Psicosociales del Trabajo (PEPET) de la misma Facultad, cuya misión radica en “contribuir a una mejor comprensión de los cambios en la organización del trabajo y en la estructuración del empleo, focalizándose en el impacto de los mismos a nivel de la salud, las experiencias, el bienestar y las identidades de trabajadores y trabajadoras insertos en distintos contextos laborales”.

Esto, a través de la articulación de “saberes teóricos y prácticos del área de la psicología del trabajo y las organizaciones, de la psicología social y del campo de la salud mental”. En esta línea y como ya lo había hecho antes en situaciones de catástrofes, tales como el gran terremoto y tsunami de 2010 y los aluviones en Atacama en 2015, actualmente está enfocada en Acción Salud UDP, proyecto del PEPET del cual es directora y cuyo objetivo principal en este momento es dar apoyo psicológico al personal del sector salud en el contexto de la pandemia.

Paralelamente, el Gobierno la convocó a formar parte de la Iniciativa SaludableMente, mesa de personas expertas del mundo académico, de sociedades científicas, políticos y del Estado, conformada con el propósito de generar estrategias para la protección de la salud mental de la población, mediante acciones coordinadas.

Su investigación se ha caracterizado por estar estrechamente relacionada con asuntos de interés público, produciendo conocimiento pertinente respecto de problemas complejos de la sociedad actual, entre ellos destacan en 2014 un estudio sobre envejecimiento, derechos humanos y salud mental, que realizó al alero del Informe de DDHH UDP; estudios sobre violencia laboral y salud mental (Fondecyt 1140060,  Fondecyt N°1170239, dos proyectos de SUSESO) y hoy, sobre los efectos que la pandemia tiene sobre el trabajo en salud y sus consecuencias en el bienestar /malestar de las y los trabajadores

P: ¿Desde cuándo investiga sobre esta área de la salud mental laboral?

R: En 2009 me involucré en un proyecto internacional con financiamiento canadiense liderado por el Centro de Estudios de la Mujer sobre Condiciones de Trabajo y Salud Mental en Chile. Un proyecto interdisciplinario en el cual convergía el análisis sociológico, desde la psicología y el análisis normativo y desde el derecho, con perspectiva de género. Allí tuve la experiencia de trabajar en un equipo de investigación interdisciplinario, en un asunto con un alto impacto público y poco desarrollado en Chile. Tuve a su vez la posibilidad de formarme con investigadores de primer nivel a nivel global como el profesor Michel Vézina y la profesora Katherine Lippel, ambos canadienses y también con notables investigadoras chilenas del CEM, Ximena Díaz y Amalia Mauro. Este proyecto me adjudicó una beca para hacer una formación doctoral en Canadá, lo que no fue posible por razones familiares, y realicé mi doctorado en la Facultad de Medicina de la U. Chile, bajo la tutela del profesor Vézina.

Pienso que mi participación en este proyecto y la realización de mi doctorado al alero del mismo es un hito fundamental en mi trayectoria de investigación que permitió además conjugar mis intereses en mundos aparentemente ajenos entre sí, pues en las relaciones entre el trabajo y la salud mental confluyen miradas sobre lo clínico, lo social, las políticas públicas, con un horizonte ético y político de contribuir a la salud y el bienestar de las y los trabajadores.

P: ¿Por qué se hace tan necesario investigar en esta área de la salud mental laboral?

R: El trabajo -más allá de su función instrumental- cumple un conjunto de funciones psicosociales en nuestras vidas, es la actividad a la que dedicamos más tiempo, nos confronta cotidianamente con nuestras posibilidades, capacidades, y en tal sentido nos desafía, nos permite desarrollar la autonomía, establecer vínculos sociales y contribuye al desarrollo de la identidad personal y colectiva, todo ello protege nuestra salud mental. Sin embargo, lo anterior dependerá también de las condiciones y los modos de organización del trabajo que se experimenten. Hoy, el trabajo, en casi todos los sectores económicos, se caracteriza por procesos de intensificación, extensificación y precarización de condiciones laborales lo que afecta directa y negativamente la salud mental de las/os trabajadores.

La crisis sanitaria producto de la pandemia y su correlato con la crisis económica ha impactado la economía del país y con ello generado fuertes cambios en las condiciones y organización del trabajo. Este contexto de transformación del entorno y condiciones de trabajo muestra los evidentes efectos que el trabajo tiene en el bienestar, malestar o incluso en la salud mental de la población trabajadora.

Reconocer el estatuto especial de la salud como derecho y bien público esencial, como nos dicen Anand y Sen, en tanto la salud es una condición necesaria para que las personas puedan desarrollarse en los diversos ámbitos de su vida y desarrollar proyectos de vida propios no estandarizados, nos obliga a quienes lo entendemos así a identificar, atender y/o intervenir sobre los determinantes y condicionantes que explican el resultado de salud de la población (Determinantes Sociales de la Salud).

P: ¿Cuáles han sido los principales hallazgos a los que ha podido llegar en torno a esta línea de investigación?

R: En Chile, y materia de investigación, me atrevería  a decir que hemos transitado por tres etapas de desarrollo que van desde estudios incipientes sobre salud mental y trabajo en algunas categorías ocupacionales específicas (enfermeras, profesores, entre otros) a inicios de los 2000; un segundo momento de quiebre vinculado a dos hechos coincidentes temporalmente: uno de carácter normativo que fue la promulgación del Protocolo de Vigilancia de los Riesgos Psicosociales del Trabajo del Ministerio de Salud en 2013, que establece una normativa para la evaluación y control de riesgos de la organización del trabajo que la evidencia ha mostrado provocan daño en la salud mental; y en simultáneo, el desarrollo de un gran programa de investigación sobre condiciones de trabajo y salud mental en Chile que, entre 2007 y 2013, recibió un gran fondo de investigación del Global Health Research Initiative y del IDRC de Canadá. Dicho proyecto produjo un volumen importante de conocimiento sobre las condiciones de trabajo en Chile y su relación con la salud mental de las/os trabajadores mediante la primera encuesta nacional -y representativa de la población asalariada- de zonas urbanas en Chile. Esta encuesta vino a confirmar resultados de la evidencia internacional: las condiciones de la organización del trabajo tienen efectos nocivos en la salud mental de las trabajadoras/es; los factores de riesgo, así como los resultados en la salud, no se distribuyen aleatoriamente en la población, sino que existiría lo que Marmot denominó la gradiente social en salud: a medida que se desciende en la gradiente social (y ocupacional) es posible observar peores resultados de salud; que las desigualdades sociales y de género se reproducen al interior de las organizaciones; que el reconocimiento juega un rol clave en los resultados de salud mental de las/os trabajadores; que el trabajo en servicios implica unos particulares riesgos debido a la naturaleza del trabajo y a las demandas emocionales que implican; que el maltrato y/o violencia laboral surge como una categoría importante para comprender efectos negativos en la salud; que el rol de la autoridad y las jefaturas en ocasiones son más claves que condiciones “objetivas” del trabajo, así los liderazgos de carácter autocráticos o Laizzes-Faire, juegan un rol fundamental tanto por su influencia en el diseño del trabajo como en las dinámicas de reconocimiento, y en su capacidad o no de reconocer y tramitar adecuadamente los naturales conflictos que emergen en el trabajo.

Me atrevería a decir que hay un antes y un después de ese proyecto liderado por Katherine Lippel (Ottawa University) y Ximena Díaz (Centro de Estudios de la Mujer) en materia de investigación y de normativa sobre salud mental y trabajo en Chile.

Hoy atravesamos lo que yo denominaría el tercer momento. La evidencia acumulada sobre la relación entre salud mental y trabajo es contundente y cada vez menos personas y organizaciones desconfían del vínculo entre salud mental y trabajo. Tenemos entonces un diagnóstico claro sobre cuáles son esas condiciones que afectan la salud mental, cuáles son las ocupaciones y sectores más expuestos y en consecuencia, la pregunta de investigación pendiente refiere a la producción de conocimiento e innovaciones sobre intervenciones para proteger la salud mental de las/os trabajadores mediante medidas de prevención y/o de control de riesgos del trabajo que permita a las organizaciones intervenir de manera oportuna, adecuada y eficiente.

P: ¿De qué manera los años de investigación y la articulación de lo teórico-práctico hoy le permiten hacer de Acción Salud una instancia de apoyo al personal de la salud y asesorar al programa Saludablemente?

R: En mi trayectoria de investigación he sido invitada a participar en cinco mesas ministeriales de expertos sobre salud y trabajo; desde el PEPET hemos brindado apoyo post catástrofes a más de 2000 funcionarios de salud después de los terremotos de 2010 y 2016 y también para los aluviones de Atacama en 2015; diseñamos e impartimos en 2016 un Diplomado en Calidad de Vida para todos los servicios de salud del país desde la UDP. Entre 2010 y 2013 asesoramos al Hospital Dr. Luis Calvo Mackenna en el diseño de un programa de Calidad de Vida Laboral y Salud de las/os trabajadores; en 2012, con apoyo de la Facultad de Psicología UDP y la Sociedad de Administradores de Hospitales, en conjunto con el Dr. Osvaldo Artaza (entonces director del Calvo Mackenna) publicamos un libro patrocinado por OPS y OIT titulado Personas que Cuidan Personas: Dimensión Humana y Trabajo en Salud. En fin, hemos acumulado expertise sobre el sector salud y el trabajo en salud, más claramente, respecto de la salud (mental) de quienes trabajan en salud lo que nos ha situado en un lugar de “autoridad” en la materia desde el mundo académico.

P: ¿Qué acciones o intervenciones concretas ha podido desarrollar?

R: Actualmente estamos concentrados en el Programa Acción Salud UDP que es una iniciativa desarrollada por el Programa de Estudios Psicosociales del Trabajo UDP en abril de 2020, con el propósito es contribuir a proteger la salud mental de trabajadores del sector salud mediante la instalación de dispositivos que permitan abrir espacios grupales de escucha y reconocimiento mutuo para el personal de salud en contexto de pandemia.

El programa considera un fuerte componente comunicacional que ha abierto espacios para la deliberación pública sobre los impactos que el trabajo en pandemia tiene en la salud mental de quienes trabajan en salud y un componente de intervención que incluye: intervenciones a equipos de trabajo; intervenciones a jefaturas intermedias; acompañamiento a equipos directivos para la protección de la salud mental de quienes trabajan en el sector salud.

Para la realización de las intervenciones se capacitó a un total de 78 egresados de Psicología UDP. A la fecha se han puesto en marcha un total de 37 dispositivos de intervención con 16 instituciones de salud distintas, tanto de Santiago como de otras regiones. Han participado 375 trabajadoras y trabajadores de la salud y se ha trabajado con hospitales (65%); Atención Primaria (27%) y Servicios de Salud (8%).

Este proyecto ha movilizado otras acciones del quehacer universitario y el Programa Acción Salud UDP se ha convertido también en un espacio de práctica profesional para estudiantes de psicología y periodismo UDP. También ha nutrido con evidencia mi participación en la mesa presidencial SaludableMente, elaborando el material central de la subcomisión de salud mental de trabajadores de la salud que se distribuirá a los 29 servicios de salud del país. Finalmente, ha permitido conversaciones interfacultad y multidisciplinarias entre las facultades de Psicología, Salud y Odontología y Medicina.

P: En el contexto actual, ¿cuáles son las ideas fuerzas que busca que queden arraigadas en las organizaciones laborales?

R: Hay tres ideas centrales sobre las cuales se levanta este proyecto y sus intervenciones.

El trabajo es colectivo, plural y público, en contraposición a concebirlo como una actividad individual, singular y privada. Esto supone reconocer la importancia de lo colectivo en la organización del trabajo y en el desarrollo cotidiano del mismo, atender a las singularidades de los puestos, ocupaciones, áreas y sectores ocupacionales para analizar lo que allí ocurre de modo pertinente, y finalmente, es una actividad que pertenece a la esfera de lo público, es decir, nos incumbe a todos y no meramente al sujeto que lo vive o padece.

En segundo lugar, el trabajo es uno de los determinantes sociales de la salud mental más relevantes si consideramos las múltiples funciones psicosociales -arriba enunciadas- que cumple en nuestras vidas. Tenemos que sacar la salud mental del box de atención y -sin negar los procesos intrapsíquicos- comenzar a darles el lugar de importancia que tienen ciertas dimensiones de la vida social en su resultado. Por ello, las organizaciones deben considerar que el trabajo puede ser fuente de bienestar y salud mental o de malestar y enfermedad.

Por último, hay un tema cultural que es bien relevante y merece ser atendido. Especialmente en salud y en otros sectores en los que existe un alto compromiso vocacional con el trabajo y se valora una cultura sacrificial que de algún modo retroalimenta las insuficiencias o fallas del sistema y de la organización del trabajo. La cultura sacrificial del trabajo en salud juega en contra del cuidado de la salud de las/os trabajadores del sector, de la calidad de la atención y de la mantención de la operatividad del sistema. Desatender aquello es un mal negocio para las personas y para las instituciones.

P: ¿Cómo proyecta su línea de investigación? ¿Cuáles son las aristas que aún hacen falta indagar?

R: Para cuando tengamos una vacuna contra el Sar-CoV2 el mundo habrá experimentado una de las crisis sanitarias, económicas, político-sociales más grandes del siglo que iniciamos. No tengo esperanza en que el tránsito por estos procesos de crisis genere por sí mismo un cambio cultural ni en las preferencias y modos de construir sociedad hasta ahora vigentes. El mundo seguirá existiendo más o menos parecido al que conocemos; se habrán movido y acomodado algunas prioridades en lo privado y en la esfera pública; algunos antiguos problemas se habrán agudizado o reaparecerán otros ya resueltos; pero pienso que esto no implicará un cambio ni epocal ni sustantivo. Lo que sí cambiará aceleradamente y ha cambiado es el modo en que las personas aprendemos y nos formamos. Pienso que el Estado y los sistemas educativos deben repensarse estructuralmente pues la respuesta a los problemas actuales y venideros requerirá de otros modos de producción de conocimiento basado en la resolución de problemas complejos con miradas interdisciplinarias o intersectoriales para el caso del Estado. Las líneas de investigación establecidas disciplinarmente debiesen transitar hacia líneas integradas multidisciplinarmente. Por esta razón, lo que puedo decir es que me interesa ser parte y contribuir, aunque sea modestamente, con una producción de conocimiento que ayude a empujar el cambio y transformación social que necesitamos, ¿cuál es ese? En mi opinión necesitamos avanzar hacia una sociedad que genere las condiciones para que cada quien lleve adelante proyectos de vida propios, una sociedad no sólo respetuosa, sino que valore esa diferencia y que, sin desatender las libertades individuales, reconozca también las responsabilidades colectivas que nos debemos unos con otros. Prontamente nuestro país se hará la pregunta sobre cuál es la sociedad en que queremos vivir y qué es lo que cada uno de nosotros desde sus espacios más íntimos hasta los más públicos y colectivos, está dispuesto a hacer o invertir para avanzar hacia ese resultado; el mundo académico y de la investigación no puede quedar ajeno a ese proceso y deberá estar atento para estar a la altura de las circunstancias.