Columna de opinión: ¿Amaina o no la pandemia para quienes trabajan en el sector salud?

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Elisa Ansoleaga - La Tercera

27 / 08 / 2020

Los reportes globales son auspiciosos mostrando una tendencia a la disminución de la positividad. Sin embargo, la tasa de positividad es un promedio tras el cual se esconden grandes inequidades. Estas buenas noticias han permitido transitar hacia el desconfinamiento “controlado” en varias comunas lo que sin duda es un alivio para la población general. Es insostenible seguir encerrados. Pero no olvidemos que Chile suma más de 14.000 muertes por Covid-19 y más que nunca se requiere evitar ciertos errores que nos llevaron a ese desastroso resultado.

Cuando las necesidades básicas acechan, y hay problemas para alimentar a los hijos o para mantener el techo, no hay argumento racional que resista. La individualización de la responsabilidad por la falta de cuidado parece un insulto para quienes deben salir, con o sin cuarentena, con o sin autorización a “ganarse la vida” para paliar el hambre, el frío o la falta de un techo.

Esto demuestra que la estrategia de apoyo a las familias, a quienes trabajan informalmente, a quienes han perdido el empleo o han sido suspendidos en sus contratos, ha sido insuficiente y/o mal gestionada. Si eso se hubiese atendido oportunamente otro gallo nos cantaría y es eso lo que puede definir nuestro futuro sanitario. No hay que ser epidemiólogo para saber que vendrán nuevos brotes, la pregunta es cuán rápido pueden ser controlados y contenidos, y el tamaño de estos.

El tamaño del brote será -en mi opinión- inversamente proporcional a los esfuerzos que el gobierno ponga en atender las necesidades básicas de la población.

Un segundo elemento, no menor por cierto, refiere al grado de afectación en que se encuentran quienes llevan cinco o más meses trabajando en salud. Para ser justos, habrá que decir que la estrategia de tratamiento de enfermos por Covid-19 en Chile pensada desde enero de este 2020 e implementada con premura por todos los establecimientos de la red fue una estrategia exitosa desplegada en tiempo récord.

Tuvimos suficientes ventiladores, en cuestión de semanas Chile aumentó la capacidad de camas para pacientes críticos de un modo impensable; pacientes críticos fueron trasladados entre regiones; eso entre muchas otras acciones para tratar pacientes enfermos. Tuvimos un buen Ministerio de la Enfermedad pero se desconoció o abandonó la pregunta principal: qué hacemos para evitar que la gente enferme.

La ausencia de mirada preventiva pasó la cuenta y bien cara. Hoy, empujados por el entusiasmo de las nuevas cifras queremos creer que vamos saliendo. Sabemos que los países que “salieron” y desatendieron suficientemente la prevención, disminuyeron la percepción de riesgo y -aunque suene cliché- “omitieron” la desigualdad social fracasaron y tuvieron peores segundas vueltas.

Enfrentados a un nuevo brote (no de aquellos pequeños y controlables) estaremos más y mejor preparados en términos materiales, organizativos, logísticos y de capacidad hospitalaria para tratar enfermos.

La segunda pregunta es entonces, si acaso tendremos personal del sector salud en condiciones de sostener la presión a la que han estado sometidos, el trabajo al límite, la convivencia cotidiana con la muerte, el dolor y el miedo permanente.

Nuestras trabajadoras de la salud (75% de ellas son mujeres) han sostenido el sistema con inmensos esfuerzos personales, sin heroísmo sino con una gran humanidad, pero al mismo tiempo llevan cinco meses con una carga global de trabajo inmensa producto del trabajo productivo, doméstico y de cuidado.

El trabajo en salud cambió radicalmente: el uso de los espacios, la infraestructura, las condiciones materiales y la configuración de los equipos; deben realizar nuevas tareas; y trabajar con nuevos perfiles de usuarios; los turnos se han intensificado, los equipos UCI y UTI se han integrado.

El alto componente vocacional de servicio público, el fuerte compromiso con el equipo y sus pacientes, y el orgullo del trabajo bien hecho que experimentan quienes trabajan en salud convive en permanente tensión con el agotamiento, malestar, y la desesperanza reinante del contexto. Quienes trabajan en salud requieren descanso y espacios para tramitar la experiencia límite que han vivido. Si no miramos esta necesidad de recuperación (ahora, antes del eventual segundo brote) tendremos hospitales, unidades de pacientes críticos y máquinas pero buena parte de nuestra población del sector salud habrá enfermado y no precisamente de Covid-19.

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