Mentalización, Greta Thunberg y la incapacidad de tolerar las diferencias como una falla en la mentalización – Dra. Stefanella Costa

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18 / 10 / 2019

La Dra. en Estudios Psicoanalíticos University College London, Londres y Docente del Magister en Neurociencia Social Universidad Diego Portales, Stefanella Costa, escribe esta columna analizando la animadversión que produce la figura de Greta Thunberg para algunos sectores de la sociedad, y cómo este rechazo está relacionado con las fallas en la mentalización que experimentan esas personas.

La mentalización es la capacidad de comprenderse a uno mismo y a otras personas en términos de estados mentales tales como emociones, pensamientos, deseos, creencias, intenciones y razones. Esta habilidad sienta las bases de la vida en comunidad ya que nos permite dotar de sentido nuestro mundo social y así implicarnos en interacciones significativas con otros seres humanos. 

Podemos mentalizar de distintas maneras; de manera automática o consciente, sobre sí mismos o sobre otros, de manera afectiva o cognitiva, fijándonos en aspectos externos o internos.

Hay personas que mentalizan de manera más adecuada y frecuente que otras y esto les permite tener relaciones interpersonales sanas y regular sus emociones. Además, presentan mayores conductas altruistas ya que logran comprender las posturas y necesidades propias y ajenas.

Por otro lado, cuando la mentalización falla, mal interpretamos las claves sociales: atribuimos intenciones equivocadas, se nos hace difícil empatizar y construimos explicaciones rígidas acerca de la realidad social con poco espacio para perspectivas alternativas.

De esta forma, las relaciones sociales colaborativas son posibles gracias a esta habilidad, por lo que su falla, sobre todo en personas que ocupan lugares de poder, puede tener consecuencias tanto interpersonales como comunitarias importantes.

La normalidad en nuestra sociedad

Podemos identificar un cierto ideal de ser humano digno de participar en lo social, aquel capaz de sonreír, de generar conversaciones casuales, de utilizar tonos de voz variados, entre otros. A las figuras públicas solemos verlas con cara de “me caes bien”, sonrisas anchas que muestran los dientes y arrugan los ojos, nos hacen pensar que están felices, con un estado de plenitud que deseáramos contagioso. El mundo social muestra una marcada preferencia por personas que expresan claves sociales muy claras y fáciles de descifrar (como una sonrisa) y emociones positivas. Las personas que se expresan de maneras más opacas o ambiguas, que nos exigen más esfuerzo para leerlas, son consistentemente excluidas del espacio social tradicional. Así, “lo normal” es estar disponible para el diálogo, sonreír, entender los chistes y referencias culturales, saber en qué momento decir qué, etc. Los que no entienden estas lógicas, quedan fuera o tienen que simular con esfuerzo para encajar. Lamentablemente es aún muy poco probable que alguien se presente a un grupo diciendo “hola no los voy a mirar a los ojos porque me angustia la cercanía interpersonal, disculpen si les hablo sólo de trenes pero es lo único que me interesa. No me dan risa sus chistes. No es nada personal con ustedes” y el grupo diga OK, te aceptamos, no me voy a ofender si no me miras porque entiendo desde donde es que lo haces. Estos temas no se ponen sobre la mesa. Ser diferente en términos de socialización es aún un tabú.

Greta Thunberg

El liderazgo de Greta Thunberg ha puesto en la escena pública a un personaje que dista de lo que estamos acostumbrados.

A Greta no le interesa caernos bien, complacernos o agradarnos. Su forma de moverse en el mundo social es, podríamos decir, limpia: no sonríe si no le nace muy genuinamente sonreír, no se relaciona con personas que no le caen bien, no conversa de temas que no le interesan. Y esto es muy diferente a lo que estamos acostumbrados.

Ella ha denominado su diagnóstico de Asperger como un superpoder y es posible que esto sea no sólo por la capacidad superior de concentrarse, sistematizar, encontrar patrones, profundizar en los temas que le interesan, si no que también porque su mente no divaga sobre qué estarán pensando los otros y esto le deja mucho espacio mental libre para dedicar a su causa.

Greta nos invita a hacer un esfuerzo mayor para comprenderla, ya que su forma de expresarse se sale de lo habitual. Esto ha dejado en evidencia que existen personas con serias dificultades para tolerar las diferencias como algo que ocurre naturalmente en nuestra sociedad, probablemente por que lo viven como una amenaza.

¿Amenaza a qué? Amenaza al orden social, amenaza a que el reino de la normalidad caiga y el infierno de la anormalidad nos gobierne y ese sea el comienzo del apocalipsis de los raros.

Se dice y se ve en redes sociales que los mayores opositores a Greta -como persona, más allá de su opinión frente a la causa que Greta representa- son hombres y adultos. Llama la atención que éstos son justamente los mayores representantes de la “normalidad” (constituida por menos del 20% de la población).

En sus críticas, los hombres adultos con problemas para tolerar a Greta han mostrado, entre otras cosas, importantes fallas en la mentalización.

En primer lugar, han demostrado la rigidez e inflexibilidiad de sus expectativas sobre otros; en este caso con respecto a lo que es/deber ser una mujer adolescente. Al parecer su expectativa de un humano de sexo femenino de 16 años tiene dos opciones: histeria y emocionalidad desbordada y actuada ó una estrella pop sexualizada al servicio de sus deseos. Greta no se acerca mínimamente a esas características, generándoles una disonancia cognitiva intolerable.

Segundo, su incapacidad para comprender los estados mentales subyacentes a las conductas de Greta: juzgan su tono de voz monótono como “severo”, su obstinación con el tema como “manipulada políticamente” su ímpetu como una soberbia actitud de superioridad moral.

Queda clara una falta de comprensión a que gran parte de su forma de hablar está ligada a su sociabilidad neuro-diversa.

Tercero, tienden a atribuir intenciones oscuras en las acciones de Greta sin tener ningún tipo de evidencia o fundamento en la realidad: manipulada por la izquierda, quiere ganar dinero, quiere poder.

Por último, se sabe que las personas con fallas recurrentes en la mentalización son incapaces de desarrollar soluciones a problemas interpersonales que sean aceptables para todos y sólo pueden pensar en soluciones sociales a su favor: dolorosamente, los ejemplos de este punto son demasiado obvios como para escribirlos.

La normalidad a la medida del hombre blanco adulto parece ser una raíz importante de nuestros problemas actuales: un mundo donde las minorías (pobres, mujeres y niños) representan el 80% de la población.

Esta normalidad asoma como lugar social poco reflexivo, o incluso, anti-reflexivo. La integración de las diferencias, por el contrario, nos obliga a mantener una actitud mentalizadora que, a su vez, promueve la búsqueda de soluciones sociales no violentas (por la propia naturaleza de la mentalización).

La ampliación de las normalidades, entonces, trae consigo la posibilidad de organizaciones sociales más consideradas y justas.