Antonio Stecher en entrevista con CIPER: “Hoy en el retail lo que está en juego no es sólo la degradación del trabajo sino el riesgo de su desaparición”

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Antonio Stecher - CIPER Chile.

18 / 01 / 2021

En esta entrevista, Antonio Stecher, investigador del mundo del trabajo, analiza algunos fenómenos recientes de la industria del retail: el fin de oficios como el de carnicero, el robo en supermercados de “barrios rojos” y la desaparición del vendedor de multitienda, absorbido por el comercio online. La investigación de Stecher muestra cómo la microhistoria reciente de nuestro país -el consumo, la desigualdad, el endeudamiento, el estallido y la pandemia- pasa por esta industria.


Antonio Stecher estudia el retail en Chile y plantea que esta industria, más que cualquier otra, captura la microhistoria reciente de nuestro país. Es decir, muestra la historia económica desde los zapatos de las familias y permite entender cómo el consumo, la desigualdad, el endeudamiento, el estallido y la pandemia, las han marcado.

Firmas como Cencosud, Falabella, Walmart-CHILE, junto a otros grandes holdings, generan 280 mil empleos directos y son el principal empleador privado de Chile, con más de 50.000 trabajadores cada una (Codelco, una de las más grandes empresas del sector público, tiene casi 15 mil trabajadores).

Por esta industria han pasado también las principales transformaciones del mercado laboral de las últimas décadas: la entrada masiva de las mujeres al mundo del trabajo; la transformación del modelo de negocios, desde un vendedor que en los ’80 era dueño de su espacio hasta la aparición del empleado multipropósito y la automatización actual, cuando el manejo de las bodegas es tanto más relevante que la “sala de ventas”. Producto de la pandemia, cree Stecher, los trabajadores y trabajadoras del sector enfrentarán momentos complejos, pues las ventas online se van a multiplicar en los próximos tres años y se esperan despidos masivos en el sector (hasta ahora CONATRACOPS calcula que se han perdido 400 mil empleos en el comercio y habría 200 mil trabajadores con contratos suspendidos en todo el sector).

-El retail condensa muchas de las transformaciones, contradicciones y tensiones de la vida social del Chile neoliberal. Hasta los ‘80 eran empresas familiares, con pocos locales en el centro de la ciudad o el barrio oriente, no abiertas a la bolsa, sin expansión internacional y dirigidas a un consumo de clase media y media alta. En los ’90 se produce un gran proceso de expansión, modernización, inversión de capital que cambia radicalmente la industria, y que se vincula a la consolidación del modelo económico de libre mercado y apertura comercial. Desde mediados de los 2000, lo que identificamos en los estudios son ciertas tendencias hacia la precarización y descualificación del trabajo en las tiendas, como resultado de procesos de automatización, introducción de tecnologías en las distintas fases del proceso productivo y nuevos modelos de gestión. Todo ello en un contexto de una alta competencia en la industria, por ejemplo, ingreso de Amazon o tiendas como H&M, y una búsqueda constante por reducir costos laborales.

Antonio Stecher, decano de la Facultad de Psicología de la Universidad Diego Portales y director alterno del Núcleo Milenio «Autoridad y Asimetrías de Poder», es psicólogo social del trabajo y busca entender cómo viven los trabajadores y trabajadoras estos procesos[1]. Para ello ha realizado diversas investigaciones cualitativas en las que analiza por ejemplo el rol de los dirigentes sindicales en las tiendas de retaillos costos personales de la modernización de esta industrialas identidades laborales y de oficio y el tipo de relaciones que construyen los empleados de un supermercado, entre otros temas. Según el investigador, el retail generó empleos formales y oportunidades de estabilidad importantes para muchas familias, sobre todo en los ’90 y comienzos de 2000. Al mismo tiempo, producto de desigualdades estructurales de nuestra economía y una ley laboral que fragmenta y da poco poder negociador a los sindicatos, es un sector donde los trabajadores constatan crecientemente que sus salarios y posibilidades son pequeñas en comparación con las millonarias cifras que maneja el negocio. La experiencia diaria de esa brecha es un elemento clave para analizar el estallido de octubre de 2019, cree Stecher.

-En Chile, como señala un reciente informe de la Fundación Sol, el 50% de los trabajadores gana menos de $401 mil pesos líquidos. En el Retail, aunque se valora la inclusión en un empleo formal con protecciones y beneficios, y la posibilidad de construir vínculos con otros colegas, la sensación de muchos es que trabajan de sol a sol. Eso es algo muy presente en las entrevistas que hacemos. La gente se levanta a las 5 de la mañana para dejarle preparado el desayuno al hijo o a la hija; o para prepararle el almuerzo a la pareja que va a ir a trabajar. Luego tomas la micro y te demoras 2 horas en llegar a la tienda, y estás 11 horas atendiendo clientes. Después te demoras una hora y media en llegar de vuelta a casa y tienes que trabajar, según turnos, sábados y domingos, y a final de mes recibes una renta que no te alcanza para mantener a tu familia y vivir con dignidad. Esa experiencia, de que hay algo que no está bien repartido, es una sensación muy encarnada en el cuerpo. No es una abstracción. Es la constatación de que yo cumplo la parte del trato. Es decir, trabajo, me levanto, mando a los hijos al colegio y no me da, no me da porque no me alcanza, porque para que me alcance tengo que vender el fin de semana, inventar un emprendimiento paralelo…

Cuando Stecher explica el estallido de octubre desde el mundo del trabajo, un componente son esos bajos salarios y las largas jornadas laborales. La otra parte es la falta de una red de protección que permita a las personas sentir que pueden tropezarse.

-Los derechos sociales dan un soporte. Es decir, si me caigo, me sostienen. Pero como en Chile los servicios públicos son de muy baja calidad o me obligan a sistemas de copago, para que mi hija o hijo acceda a educación o salud, tengo que tener algún nivel de endeudamiento. Entonces me exijo, y la sensación es de estar desgastándome a un punto que lo que empiezo a exponer es mi salud física y mental. Esto en el retail está marcado además por procesos de bajo reconocimiento. Porque la modernización y racionalización de las grandes estructuras suponen que soy cada vez más invisible, prescindible, “soy sólo un número para la empresa”, como nos indican los y las trabajadores/as en distintas entrevistas y grupos focales, y algo de eso estalla también el 18 de octubre.

PANDEMIA Y LA DESAPARICIÓN DE LOS OFICIOS

En los ’90 el retail fue uno de los sectores de inserción laboral de las mujeres. La industria ofrecía entonces estabilidad y acceso a beneficios asociados a un contrato de trabajo, como bonos, comisiones o préstamos en las cajas de compensación. Hasta hoy las mujeres son mayoría entre los trabajadores (aproximadamente 54% versus 46% a nivel de la industria), pero sus condiciones salariales tienden a ser más desfavorables que las de los hombres, pues ocupan puestos de baja calificación: cajeras, reponedoras, asistentes de venta.

-Esta industria tuvo un rol muy importante en generar una vía de ingreso al empleo formal, sobre todo a mujeres y jóvenes de baja calificación que, en rigor, tienen pocas posibilidades de inserción al mercado laboral formal. En el caso de las mujeres, antes de entrar al retail, habían trabajado algunos meses, vendiendo algo en un pequeño negocio, o apoyando a una pyme de un familiar, hasta que de pronto aparece esta posibilidad. En las entrevistas que hacemos, muchas destacan lo fácil que fue ingresar: ‘un familiar me dijo, mandé mi currículum el martes y el jueves ya estaba en la caja trabajando’. Eso demuestra que es una industria intensiva en uso de mano de obra, que es capaz de absorber una fuerza de trabajo muy heterogénea y que rápidamente se puede calificar en tareas relativamente simples.

Si antes el retail fue uno de los sectores donde se insertaron las mujeres, hoy sus trabajadores forman parte de grupos vulnerables que sienten que el Covid-19 los expone a la primera línea de los contagios o el despido, según las entrevistas más recientes que ha realizado Stecher. Los datos muestran que la rotación laboral en el sector es alta: el 50% lleva menos de tres años en su empresa.

-La industria hoy está en otra etapa. Es el gran impacto de la automatización y del comercio electrónico, que la pandemia y el estallido social aceleraron. Ahí hay imágenes que son bien simbólicas. Por ejemplo, en las tiendas les piden a las cajeras que les enseñen a los clientes cómo auto-atenderse en cajas de autoservicio que amenazan su propio oficio. Hay mucha automatización también en el trabajo de bodega, en la logística y esta es una gran preocupación de las organizaciones sindicales, porque lo que está en juego no es solo la degradación del trabajo sino su desaparición. Nosotros estamos entrevistando a gerentes de tienda y el punto es que la industria se transformó y hoy el activo principal son las bodegas. O sea el valor no es la superficie de venta, porque la gente va a ir cada vez menos a comprar, sino que tienes que invertir en almacenaje, logística y cómo distribuyes. Al mismo tiempo se producen otros procesos. Se les pide a los trabajadores polifuncionalidad, lo que supone una fuerte intensificación del trabajo. Si no hay clientes, la cajera de supermercado tiene que estar disponible para reponer u ordenar la caja, lo que permite reducir la dotación de trabajadores; y ciertos oficios comienzan a perderse.

-Uno de los primeros que documenta ese proceso de cambio en el trabajo es el sociólogo Richard Sennet en su libro “La Corrosión del Carácter”, donde analiza el contexto europeo y norteamericano de la precarización laboral. En el caso del retail chileno, ¿qué oficios se pierden? ¿Qué costos tiene?

-El oficio de carnicero, por ejemplo. Antes al supermercado llegaba el animal, lo colgaban y el carnicero hacía el corte y tenía una renta mucho más alta que los otros operarios; y eran conocidos como “maestro” y los clientes lo saludaban con respeto. Los procesos de estandarización y formalización centralizan la producción de carne en grandes bodegas o las compran a proveedores cortada, envasada y lista. Entonces los carniceros ya no reciben al animal: “la carne llega, y lo único que tengo que hacer es ponerle la etiqueta y meterla al congelador”, nos cuentan. Por supuesto al poco tiempo ese carnicero, que podía ganar dos o tres sueldos mínimos, pierde la pega y es reemplazado por un operario de baja calificación. Es decir, hay una descualificación y degradación del trabajo. Eso es muy expresivo de estos procesos y cuando uno habla de precarización del trabajo en Chile, se tiende a poner mucho el énfasis en los bajo sueldos y en el 33% de empleo informal, que por supuesto es muy importante. Pero esta dimensión, que llamamos una pérdida del sentido del oficio, de un saber hacer, también está ocurriendo, y está afectando a muchos oficios en Chile. Esto es muy problemático para el bienestar y el lazo social, pues la identidad de oficio es una fuente de reconocimiento, dignidad e inscripción en colectivos muy importante para los trabajadores/as, y está siendo muy amenazada por los nuevos modelos de gestión.

SUPERMERCADOS EN BARRIOS ROJOS

-Hoy muchos jóvenes buscan trabajo en el retail, quizás influidos por la experiencia previa de sus familiares, que en los ’90 accedieron a empleos que aseguraban un mejor pasar. Pero hoy, ¿con qué se van a encontrar estos jóvenes? ¿qué pueden esperar?

-Hay un perfil de trabajador joven que terminó el colegio, que no ha entrado a la educación superior porque está esperando, o no tiene claro qué hacer o no tiene posibilidades; jóvenes que están en 2 ó 3 trabajos. Es lo que Kathya Araujo y Danilo Martucelli identifican como pluriactividad de los sectores urbanos populares. Esto se vincula con otro proceso: en los ’90 estos locales comienzan a llegar a barrios de clases medias y populares, entonces empiezan a ser espacios que están cerca de los lugares de vida de los trabajadores y trabajadores. En el caso de los jóvenes, ellos piensan “bueno, voy a probar”, no hay mucha claridad del proyecto, y de ahí comienzan a pasar distintas cosas, algunos se van al poco tiempo y otros poco a poco se van quedando. Hay una experiencia también de mucho cansancio, agobio, vinculado a distintos aspectos. Uno, como ya dijimos, es el tema de los horarios: turnos que implican trabajar de 10 de la mañana a 9 de la noche, incluyendo algunos fines de semana. Es decir, horarios que son muy contrarios a lo familiar y desgastan, sobre todo a las mujeres que tienen hijos o hijas pequeñas. Por otro lado está la experiencia del encierro, de estar todo el día en una tienda con luz artificial. Y por supuesto el tema de los bajos sueldos, pero vinculado a la brecha que hay con las empresas. O sea la cajera factura en un día 3, 10, 11 millones de pesos y recibe $350 mil líquidos. Ahí hay una experiencia de asimetría muy fuerte; y lo otro que es fuerte son las situaciones de maltrato.

-¿Maltrato de parte de quién?

-Hay dos registros. El maltrato clasista, o sea el maltrato en las tiendas de barrios medios altos donde, como dicen las cajeras, ‘los clientes te tiran el título por la cabeza, te ofenden y te dicen ‘bueno usted me tiene que atender porque no le alcanzó para nada más que para ser cajera”. Las cajeras cuentan esas historias de humillación en las que el cliente apela a una posición de clase. La otra experiencia compleja es la que los mismos trabajadores y trabajadoras identifican en lo que llaman ‘barrios rojos’; barrios donde los supermercados son atacados por mecheros y micro robo. Hay bandas especializadas en ir a robar y en algunos lugares la experiencia es compleja. O sea, entra el mechero a robar y le dice al vendedor “si tú dices algo te voy a estar esperando afuera”. Eso es una extorsión que te expone, te hace sentir vulnerable, y ocurre en el sector moderno y formal de la economía, en una de las industrias más grandes del país en términos de capitalización, valor bursátil, rentabilidad.

-¿Cómo ha cambiado el estudio del trabajo en el retail en contextos de Pandemia? ¿Han surgido nuevas preguntas?

-Ha habido muchos despidos, suspensión de contratos. Entonces la experiencia de nuevo es “bueno, somos prescindibles, nos pueden echar en cualquier momento y yo puedo haber trabajado de sol a sol pero eso no vale nada”. Y lo otro que les pasa especialmente a los trabajadores de supermercado, aquellos que están en la primera línea de trabajo, es que se sienten expuestos al riesgo: “me puedo enfermar, me puede contagiar el cliente, me puedo enfermar en el camino a la casa, puedo enfermar a mis papás o abuelos con quienes vivo”. Hay una experiencia de estar exponiéndome, y se valoran las medidas de protección que las empresas toman: control de temperatura, alcohol gel, transporte a las casas en los primeros momentos. Pero hay también muchas historias como las siguientes: “la empresa me da una mascarilla al día y está mojada a las dos horas”. O sea, nuevamente, es esta idea de una modernidad de papel; una modernidad que tu mueves un poco y lo que muestra es toda su precariedad. Volvemos entonces a la imagen con la que partimos esta conversación. Un retail que expresa un modo de modernización empresarial y de transformaciones del trabajo que tiene aspectos positivos, virtuosos, pero que esconde una contracara de degradación, precarización, falta de reconocimiento, fuertes limitaciones al poder del actor sindical, clasismo, bajos salarios, discriminación de género y experiencias subjetivas de agobio y malestar. Me parece ahí está la principal razón de por qué es importante estudiar esta industria como un símbolo que condensa muchas de las contradicciones y tensiones de la vida social en el Chile neoliberal.

Revisa también esta entrevista en el sitio web de CIPER.