Valentina Otaegui y su pasión por la psicología clínica

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26 / 08 / 2016

Actualmente está trabajando en el Centro Integrado de Especialidades Psicológicas (Cieps), que es un lugar privado donde se trabaja en salud mental, y en su consulta particular que está en Viña del Mar. Además, está haciendo un curso de especialización en terapia familia con niños sintomáticos.

valentina_otaegui_webValentina Otaegui, quien ingresó a estudiar a la Facultad de Psicología UDP en 2007 y se tituló en 2013, guarda momentos increíbles de su estadía universitaria, puesto que el haber conocido distintas miradas de la carrera le ha ayudado a desenvolverse y tener  solidez profesional. Cree que las nuevas generaciones deben incrementar el desarrollo de prevención y promoción de salud mental. Por último, su proyección sigue ligada a la psicología clínica y el hacer docencia en esta área.

— Cuéntanos en qué te desenvuelves profesionalmente y un poco de tu día a día en ese ámbito
Hoy estoy enfocada hacia la psicología clínica. Después de la universidad me he estado formando como terapeuta familiar y de parejas. Actualmente estoy haciendo un curso de especialización en terapia familiar con niños sintomáticos. También estoy trabajando en un centro de salud mental privado, el Centro Integrado de Especialidades Psicológicas (Cieps) en Santiago. Además me vine a vivir a Viña del Mar donde atiendo en mi consulta. En el día a día me dedico principalmente recibir a pacientes.

En Cieps nos llegan casos de tribunales y nos corresponde hacer informes y coordinarnos con los distintos profesionales a cargo de las causas. Lo interesante de este centro es que trabajamos en equipo, tenemos reuniones clínicas una vez a la semana donde podemos dialogar y reflexionar -desde diversas miradas y enfoques- sobre cómo ayudar mejor a quienes consultan. Es un trabajo muy desafiante.

—  ¿En qué año ingresaste a la UDP y en qué año egresaste?
Ingresé a la UDP en 2007 y me titulé a principios del 2013.

— Como psicóloga de la Universidad Diego Portales, ¿qué de lo aprendido te ha servido para tu desarrollo profesional?
Todo lo aprendido en la universidad finalmente termina sumando, incluso los ramos que no me atraían o en ese minuto no me hacían mucho sentido, terminan siendo útiles y entregando una complejidad en la mirada. El haber conocido diversos enfoques y perspectivas psicológicas creo que fue un tremendo aporte, el cual hoy me permite dialogar con distintos profesionales con una base. Además, después, cuando seguí estudiando en el postítulo y el magíster, me di cuenta que la formación de la UDP es bien sólida. Eso me fue entregando seguridad y confianza en la observación, en el análisis, en establecer relaciones, todo lo que es central en el trabajo terapéutico.

Un ejemplo de esa solidez es metodología de la investigación. Fue algo que me impresionó, ya que estando en la universidad decía “pero para qué tantos ramos de investigación” y son importantes, me ayudaron mucho a enfrentar los estudios posteriores. Finalmente, creo que como psicólogos, también tenemos un rol social e investigar es una puerta de entrada para promover los cambios que nos parecen relevantes y desde ahí construir algo distinto.

—¿Cómo fue tu paso por la UDP y qué recuerdos guardas de tus años de estudio?
El paso por la UDP fue súper entretenido. Lo que más recuerdo es que era un ambiente cálido, donde uno podía ser escuchado, proponer y pedir ayuda.

Tantos ramos que en su momento fueron sufridos, sin embargo, ahora que puedo mirar con perspectiva y no desde la exigencia, creo que hay que ir a clases a disfrutar, ser curioso y tener apertura para recibir todo lo que aquellos, con mucha más experiencia, pueden venir a enseñar. En la UDP, además, siempre hay espacio para el diálogo, para mirar las cosas de manera crítica y reflexiva. Eso hay que saber aprovecharlo.

Por otra parte, están los ramos más prácticos del final de la carrera que para mí fueron lejos los más entretenidos y donde aprendí un montón. Se empieza a hacer aún más real y es algo concreto que el conocimiento acumulado se va estructurando desde la labor práctica de todos los días.

—¿En qué medida vislumbras que en estas últimas dos décadas ha cambiado el perfil del psicólogo y lo que se le debe ensañar a nivel de pregrado?
Desde un psicólogo que tenía que mostrarse más neutral hasta uno que se va co-construyendo en conjunto con el paciente hay un cambio significativo. Creo que en pregrado debería haber un importante énfasis en la persona del terapeuta, en cómo todo aquello que tiene que ver conmigo está presente todo el tiempo en la relación con los otros. Es imposible que esas cosas no aparezcan cuando uno está en un terreno tan íntimo y sensible como la terapia. Por lo tanto, es fundamental poder tenerlo presente y preguntarse  ¿de qué manera esto que me pasa, siento y pienso, interfiere en la terapia? ¿Cómo puedo utilizarlo para ayudar al paciente?

Como ya está estudiado que el vínculo paciente-terapeuta es central para el cambio, por ello es vital poder mirarnos en relación con otros y conocer qué construimos y desde qué lugar.

También siento que hay que incrementar el desarrollo de prevención y promoción de salud mental. Lo anterior va más allá de ser terapeuta y tiene que ver con generar cambios sociales y culturales, poder formar psicólogos que sean activos en esta práctica y que contribuyan en la creación de políticas públicas.

— Finalmente, ¿cuáles son tus proyecciones de aquí a cinco años?
Mis proyecciones tienen que ver con seguir trabajando en psicología clínica. Es un mundo complejo que me apasiona y sorprende. También espero seguir teniendo instancias de supervisión y diálogo con otros, aunque eso creo que es para siempre. La pega del psicólogo clínico es bien solitaria, por lo tanto, me parece que hay que ser activo y buscar compartir con distintas miradas. Más adelante me gustaría poder entrar en la docencia del área clínica, para lo cual es ideal tener más experiencia.