Magíster en Psicología Social UDP realizó primer Dialogo Comunitario “Violencia y género. El rol de las comunidades en la pandemia”

COMPARTIR

En la actividad participaron la abogada de la Asociación de Abogadas Feministas ABOFEM, Javiera Molina, y la psicóloga de la Comisión de Género y Disidencias Sexuales de la Asamblea Barrio República, María Paz Lillo.

03 / 06 / 2020

El pasado viernes 15 de mayo, se llevó a cabo un primer diálogo comunitario, organizado por el Magíster en Psicología Social de la Universidad Diego Portales, que buscó responder a la inquietud de revertir la brecha existente entre academia y comunidad, procurando facilitar espacios de intercambio permanente, que permitan compartir reflexiones frente a los desafíos que nos presenta una realidad cada vez más compleja e incierta.

Así lo planteó la académica y directora del Programa de Aprendizaje y Ciudadanía UDP y docente del Magíster, Bárbara Olivares, quien asegura que “la pandemia que hoy nos afecta, ha profundizado ciertos problemas, obligando a que distintos actores, desplieguen múltiples esfuerzos en distintos niveles. Uno de los problemas que más preocupa en la actualidad, es el significativo aumento de la violencia doméstica, que afecta tanto a mujeres como a niños y niñas”.

Bajo ese contexto, el espacio reunió a dos destacadas mujeres, que han participado de procesos de organización e incidencia para hacer frente a este fenómeno, sosteniendo una posición crítica ante la institucionalidad que limitada por múltiples barreras, se muestra impotente ante un escenario que se agudiza y avanza en complejidad, sobre todo ahora en escenario de crisis.

La primera expositora, Javiera Molina, abogada de la Asociación de Abogadas Feministas, ABOFEM, y miembro de la Comisión familias, niñez y adolescencia, se refirió a lo ineficaz que resultan las políticas públicas existentes en la materia, destacando el retraso de la respuesta estatal y la lentitud del trabajo legislativo, que, a ratos, se muestra muy resistente a emprender cambios para ponerse al día con las transformaciones sociales y políticas del contexto actual. Un buen ejemplo, es la Ley Gabriela, que inspirada en el caso de la joven Gabriela Alcaíno, tipifica como femicidio aquellos casos en que el agresor mantenía una relación de vínculo afectivo con la víctima, sin mantener, necesariamente, un vínculo de convivencia.

Estos avances, constituyen logros importantes, que, muchas veces, requieren de movilizaciones persistentes, tal y como lo muestra, la trayectoria del movimiento feminista, que ha instalado una agenda de transformaciones fundamentales para la vida de las mujeres en Chile.

La abogada destacó a su vez que, lo relevante es que la violencia produce daño y lo más preocupante, es que ese daño se puede cronificar y llegar hasta la muerte, por lo tanto, es urgente fortalecer estrategias de prevención que eviten llegar a este punto. En ese nivel, el rol de las comunidades es clave, pues permite implementar acciones concretas en los territorios y espacios cotidianos, pero también, generar alianzas con espacios institucionales específicos, como la escuela, a partir de dar respuesta a demandas tan importantes como la necesidad de promover una educación no sexista en enseñanza básica o media, o una educación sexual desde la primera infancia en jardines infantiles.

En esa tarea, el trabajo que ha realizado la Comisión de Género y Disidencias Sexuales de la Asamblea Barrio República, tiene un lugar destacado, tal y como lo plantea María Paz Lillo, Psicóloga y participante de este espacio, quien señala que desde la revuelta de Octubre, se han concentrado en generar acciones de formación, sensibilización y movilización comunitaria, que han logrado instalar recursos y capacidades en el territorio, que ahora, permiten enfrentar la pandemia, desde una posición más clara y activa.

“Hoy en cuarentena, tenemos un escenario particularmente difícil de enfrentar. Con una institucionalidad en crisis y una total ausencia de legitimidad de parte de las autoridades del sector, que carecen de competencia (ética, técnica y política) para el ejercicio del cargo, afrontar la violencia es aún más complejo, considerando que los contextos familiares se encuentran sometidos a permanente estrés debido al encierro”, señaló Bárbara.

En ese encierro, son las mujeres las más demandadas en dar respuesta a múltiples tareas como el cuidado, las labores de limpieza y aseo (amplificadas debido a la pandemia), trabajo remunerado, convertido hoy en teletrabajo, y el acompañamiento de los hijos e hijas en el cumplimiento de responsabilidades escolares. Todo eso, produce una exigencia a las mujeres, que quedan sometidas a presiones y expuestas a episodios de violencia machista, tal y como lo evidencian las cifras, que muestran un 70% más de llamadas al Fono 1455 de Orientación en Violencia contra La Mujer, en comparación con el período anterior.

“Frente a este escenario, que además tiene como telón de fondo el aumento de la cesantía y la pobreza, el trabajo que puedan hacer las redes comunitarias es fundamental, pues permite que exista la posibilidad de contar con otro, a quien acudir en busca de ayuda, volviendo posible la escucha y el apoyo, a pesar del confinamiento. En este sentido, volver a confiar en el otro, que en este caso, es una “otra”, una igual, que requiere ser vista y reconocida en su demanda de auxilio, es una tarea prioritaria para todos y todas, quienes estamos volviendo a tejer lazos de confianza y solidaridad, en medio de una vida cotidiana frágil e incierta”, aseguró Bárbara.