Matías Méndez y su vocación profesional entre la clínica y la docencia

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05 / 09 / 2017

Además de su consulta particular, realiza clases en la Escuela de Psicología UDP y en la carrera de Psicología de la Universidad Gabriela Mistral. Todo abordado, según cuenta, desde una orientación humanista – existencial.

matias_mendez¿En qué año ingresaste a la UDP y en qué año te titulaste?
Ingresé a la carrera de psicología el año 2004 y egresé en 2009. Durante esos años cursé el Diplomado de Honores en Pensamiento Contemporáneo que ofrece la universidad. Una vez titulado, en el año 2010 ingresé al Postítulo en Psicoterapia Humanista Transpersonal de nuestra escuela, donde hoy me desempeño como docente.

¿Qué desafíos laborales destacarías desde tu egreso?
Mi primer trabajo fue en la comuna de Peñalolén, donde formé parte del programa “Previene” del SENDA, el cual es un dispositivo psicosocial orientado a la prevención del consumo problemático de alcohol y otras drogas en población adolescente. Ahí tuve la oportunidad de trabajar con jóvenes de la comuna interviniendo tanto en sus colegios como en sus barrios. El fuerte del programa era la intervención comunitaria, por lo que me tocó trabajar también con diferentes actores sociales y organizaciones de la comuna. Luego, en al año 2012, asumí la coordinación del programa SBIRT, también del SENDA, liderando el equipo que implementó el sistema comunal de detección precoz del consumo riesgoso de sustancias, intervención breve y referencia a tratamiento en la red de atención primaria de salud de Peñalolén.

En 2014 cambié de rubro. Ingresé a trabajar como psicólogo educacional en el colegio The Angel’s School de Ñuñoa. Este colegio tiene la particularidad de ser un proyecto educativo articulado en base al pensamiento de Carl Rogers, creador del Enfoque Centrado en la Persona, y pionero del movimiento humanista en psicología. Para mí, que me identifico con la corriente humanista-existencial, resultó ser una experiencia muy interesante para ver cómo las ideas de Rogers en torno a la educación y las relaciones humanas se llevaban a la práctica en el seno de una comunidad escolar.

Paralelamente a estas ocupaciones, siempre he trabajado como psicoterapeuta de adultos en mi consulta particular, y como docente de la línea humanista y transpersonal de nuestra facultad. También hago clases en la Universidad Gabriela Mistral. La clínica y la docencia universitaria son el núcleo de mi quehacer pues son las actividades más cercanas a mi vocación profesional.

¿En qué trabajas actualmente?
Actualmente estoy dedicado a mi trabajo como psicoterapeuta en mi consulta particular, atendiendo a jóvenes y adultos desde una orientación humanista-existencial. Además hago clases en la UDP, tanto en pregrado como en nuestro Postítulo en Psicoterapia Humanista Transpersonal. Además de trabajar en la carrera de psicología de la Universidad Gabriela Mistral. Finalmente, este año iniciaremos un Programa Tutorial de Especialización en Psicoterapia Gestáltica y Transpersonal que se ofrece en Talca, orientado a colegas que desean acreditarse como psicólogos clínicos en la región del Maule.

¿Consideras que Psicología UDP tiene un sello que nos distingue de otras escuelas?
Totalmente. Me ha sorprendido gratamente escuchar a personas ajenas a la universidad y que han trabajado con psicólogos UDP en diferentes contextos, esto a que quienes estudiamos en la escuela tenemos un perfil que nos diferencia de otros colegas. Este perfil se caracteriza por cualidades como el pensamiento crítico, la rigurosidad teórica, la responsabilidad y una intachable ética profesional.
¿Cuál ha sido el aporte de la Escuela de Psicología UDP en tu desarrollo profesional?
Reconozco múltiples aportes a mi desarrollo profesional. Como estudiante, la escuela me dio la oportunidad de conocer diferentes ángulos de la psicología como disciplina, tanto en términos teóricos como prácticos. A lo largo de la carrera, tuve la suerte de contar con profesores dedicados, responsables y comprometidos con sus estudiantes, quienes compartieron sus conocimientos y experiencias con gran generosidad. Además, desde el primer año pude salir a terreno a investigar e intervenir con diferentes poblaciones, una experiencia que contribuyó a consolidar los aprendizajes obtenidos en el aula. Por otro lado, la escuela me ha dado la oportunidad de desarrollar mi carrera como docente y académico en un entorno sumamente estimulante marcado por el respeto y el diálogo. Agradezco especialmente que los profesores contemos con libertad de cátedra, lo que nos permite desarrollar nuestros cursos con autonomía intelectual. Desde mi punto de vista, ese es uno de los rasgos que distinguen a una comunidad universitaria madura.

¿Cómo fue tu paso por la Escuela de Psicología? ¿Qué recuerdos guardas de tus años de estudio?
Son muchos… Obviamente algunos no los puedo contar. Los mejores recuerdos de mi época universitaria gravitan en torno a uno de los espacios de encuentro más valiosos de nuestra escuela: el taca-taca. ¡Horas y horas de taca-taca! Fue ahí donde conocí a quienes son hoy mis mejores amigos. También recuerdo con mucho cariño la presencia amorosa y dispuesta de todos los funcionarios administrativos y de apoyo docente que dan vida a nuestra escuela. Su buena onda, su cariño y su entrega constante han sido para mí un ejemplo vivo de cómo se hace bien la pega.

¿Crees que en estas últimas dos décadas ha cambiado el perfil del psicólogo y lo que se le debe enseñar a nivel de pregrado?
Considero que uno de los rasgos que distinguen a la psicología del siglo XXI puede resumirse con una sola palabra: diálogo. A diferencia de lo que ocurría a mediados del siglo pasado, cuando los “feudos” teóricos batallaban unos con otros por establecer su supremacía, hoy somos testigos de un movimiento convergente al interior de nuestra disciplina que nos exige apertura, flexibilidad y disposición a dialogar. Un ejemplo de lo anterior: Lo que algunos autores contemporáneos han llamado el “giro humanista” en psicoanálisis, nos brinda una oportunidad única para redefinir las fronteras que separan a escuelas de pensamiento clínico que, hace 50 años, se reconocían mutuamente como adversarias; humanismo y psicoanálisis. Considero que uno de los desafíos más importantes en materia de formación de pregrado tiene que ver con aprender a abrazar la diversidad teórica y fomentar el intercambio de ideas y experiencias en un clima de respeto, tolerancia y creatividad.

Para finalizar, ¿Cuáles son tus proyecciones de aquí a 5 años más?
En primer lugar, deseo seguir ampliando mis horizontes en el ámbito académico. Habiendo concluido mi Magíster en Psicología Clínica en 2015, lo más probable es que dentro de 5 años me decida por iniciar mis estudios de Doctorado. Lo que más me motiva a continuar por esta senda es enriquecer mi repertorio como docente, para así brindar mejores experiencias de aprendizaje a mis estudiantes en pregrado y postgrado. En segundo lugar, mi intención es seguir trabajando como psicólogo clínico, acompañando a hombres y mujeres en sus procesos de sanación y crecimiento personal. Me interesa mucho continuar aprendiendo este oficio tan hermoso, que exige dedicación, auto-observación y humildad.